miércoles, octubre 10, 2007

Exposición

A veces nos llevamos sorpresas.
Yo pienso a las sorpresas como cajas. Cajas cerradas. Y que no están a la vista. Esto implica un doble descubrimiento: primero, descubrir que existe una caja; después, averigüar qué contiene.
Generalmente las personas antes de entregarlas las esconden detrás de su espalda, o en algún cajón de poco uso, o en un rincón muy poco transitado. Pero cuando la que las regala es la vida, están escondidas de un modo distinto. A veces enterradas, como los tesoros.
Yo hace algunos meses encontré accidentalmente una caja enterrada en mi jardín. En un primer momento no la desenterré. Me limité a revelar su contorno, a quitarle un poco de la tierra que la cubría. Desde entonces comencé a pensar con frecuencia en ella. Imagino que puede contener. Viejas fotografías, monedas exóticas, herramientas oxidadas, cartas nunca enviadas, soldados de plomo, caracoles, lápices... pero también puede estar vacía. A veces el conocimiento es agridulce. Es probable que ése sea el motivo por el que muchas veces simplemente preferimos no saber. (Al menos en mi caso, no soy muy amigo de forzar la simpatía entre sabores enemistados)
Pero recordé que a veces los tragos amargos son necesarios, como los jarabes. Entonces por qué temerles?
Finalmente desenterré la caja. En este momento, la tengo delante mío, y me propongo abrirla. De hecho, la estoy abriendo con estas líneas.
Después de todo, quizás contenga algo similar a lo que encierra la caja que escondí en tu jardín.

10/10/07 1:32 AM

czt294

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